Travesía a Cochamó 2019
- Vicente Gamboa

- 13 may 2019
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 16 may 2019
COCHAMO 2019 MAYO:
Todo empezó como una idea loca, de esas ideas lanzadas al aire mientras estas compartiendo con amigos que suenan entretenidas, pero de difícil ejecución por tiempo y organización. Como todas, era de esperar que solo quedara ahí en una idea y nada más.
Esta idea se lanzó un día antes del feriado de Semana Santa, fue tomando fuerza y motivando a los personajes, que se llevo a cabo y no se fue al baúl de los recuerdos.
“Ir a Cochamó” de un día para otro y pasar toda Semana Santa allá, ese fue el plan maestro. En teoría teníamos el equipo necesario, pero por cosas de la vida nos encontramos con que no teníamos nuestros sacos. Contactamos a mil y un amigos de todas las partes del sur de chile y no tuvimos suerte, fue la primera dificultad que se nos presentó. Fue una verdadera travesía encontrar sacos de dormir, así que el plan fue a tal extremo que partimos de Santiago a Puerto Varas, un viaje de 10 horas aproximadamente. El camino se hizo entretenido por dos motivos, primero porque todo viaje con buenas amistades es entretenido y segundo porque la emoción y el sentimiento de aventura que invoca ir “a la vida” sin haber preparado nada fue una total hazaña.
Al llegar a Puerto Varas nuestra primera misión fue buscar un lugar donde vendieran sacos de dormir. Previamente nos habíamos conseguido un saco de calidad paupérrima, ya que una frazada abrigaba más. Entonces ahora solo teníamos que comprar uno y estábamos listos para nuestra experiencia en los valles de Cochamó. Tuvimos suerte, ya que por ser feriado varias tiendas estaban cerradas, menos una que esta en el centro de Puerto Varas, ahí compramos el saco de dormir y antes de ir a Cochamó decidimos pasar a comer nuestra última chatarra: pollo con papas fritas (no había mucho que elegir).
Llegó el momento anhelado y como típico chileno llegamos tarde en la hora de subida a la junta. Piden que uno no suba más allá de las tres de la tarde, para que no te alcance la noche y te pierdas. Nosotros empezamos a subir a las 4pm y dijimos: "si ya estamos en esta, tendremos que hacerlo". Empezamos a subir y nos topamos con muchas personas que ya venían bajando y como consejo no les crean cuanto tiempo les queda para llegar a destino, todos dan sus estimaciones generalmente equivocadas y lo único que generan en uno es ansiedad de llegar y dejas de disfrutar el paisaje. Pasaban las horas y el sol se escondía, nos tocó un terreno con mucho barro y charcos, los bototos eran de lodo ahora y llegaba el momento de sacar linternas, teníamos una linterna frontal para tres personas, otro desastre. La noche empieza alrededor de las 7 pm y en ese instante íbamos en la mitad de camino, por lo que nos quedaban dos horas más de camino donde el frio ya calaba los huesos y con los pies llenos de lodo se volvía todo resbaloso, por lo que las caídas eran inminentes.

Al fin, el esperado momento, vimos un letrero que decía “La Junta a 20 minutos”, allí el cansancio se transformó en energía y con un ímpetu como nunca las mochilas que pesaban 20-25 kilos, ahora pesaban 0 y con todas las ganas del mundo llegamos al camping La Junta. Entramos y el objetivo era simple, siendo ya a las 9 pm, poner la carpa y comer los majestuosos e infalibles tallarines, que como nunca en estas actividades saben sabrosos a morir.
Ya al amanecer y con los ánimos recargados, nos enfocamos en conocer y disfrutar de todo el valle. Como veníamos cansados, la primera actividad a realizar fue ir a los toboganes que se encuentran a unos 15 min caminando del camping La Junta. Hay que cruzar un río para poder seguir el sendero que lleva a los toboganes, para cruzar hay que sacarse los zapatos y mojarse los pies o está la técnica que nos enseñaron allá: quitarse solo un zapato y ese pie que queda descalzado va a tocar el agua, mientras que el otro pies con zapato va buscando las piedras que sobresalen del nivel del agua.

Al cruzar esta parte es un sendero muy tranquilo, no tiene ninguna dificultad llegar a los toboganes a excepción de cruzar ese río.
Una vez que llegamos al río pudimos apreciar el agua trasparente que nos ofrecía la montaña y esa caída tan imponente de agua que corre por esos famosos toboganes. Después de toda la hazaña realizada no podíamos no tirarnos por esos toboganes (es como ir al Mcdonald's y no pedir papas fritas), así que decidimos quitarnos la ropa y quedar sólo en ropa interior lanzándonos por esos slides (como le decían nuestros amigos gringos). El agua era gélida, de esas que te duele la cabeza apenas entras en contacto con ella.
¡Consejo! No se metan solos o si no están seguros, allá salvamos a una persona que se tiro y cuando cayo al pozón donde desembocan los toboganes, entró en pánico por el agua fría y se acalambró provocando que se empezará a ahogar. Fue complicado sacarlo, ya que era peso muerto y la corriente nos llevaba, para qué agregarle el dolor que teníamos por estar tanto rato dentro del agua. ¡Siempre vayan acompañados! Y siempre seguros de lo que vayan a hacer.
Ya de regreso al campamento, decidimos ir donde se cocina, que es un lugar que tiene su encanto por el aspecto rustico, por tener una fogata en su interior y porque la gente se reúne ahí para charlar y preguntar por los trekking. Es asombroso como unos desconocidos y ajenos con el lugar pueden sociabilizar tan bien, creando un ambiente de amistad muy acogedor al medio de la montaña. Y así es como pasábamos nuestras tardes y noches antes de irnos a acostar y recargar energías para los otros días.
Empezando el segundo día decimos ir hacer el trekking el arcoíris, sin duda una de las rutas más entretenidas que he tenido que hacer en mi vida. Posee una dificultad alta, dado que muchos tramos hay que subir por cuerdas por ser tan empinadas las subidas o con piedras resbalosas, que sin esas cuerdas sería imposible llegar arriba. La ruta toma entre 4-6 horas, se puede llegar al mirador I (4 horas) o llegar al mirador II (6 horas). La mayor dificultad son las piedras mojadas que son muy resbalosas, recomendable ir en la estación de verano y evitar que el día anterior haya llovido. Fue muy entretenido hacer esta ruta pero muy agptadora por lo que se recomienda partir temprano, no mas allá de las 9 am, ya que es muy peligroso que oscurezca estando arriba del cerro por el factor de las cuerdas y piedras resbalosas.
Una vez ya en el campamento volvimos a nuestro ritual donde íbamos a la fogata a hablar con todos los chicos y ahí hicimos “pasta night”, dado que nos sobraban muchos tallarines decidimos hacer muchos tallarines para todos. Casi todos eran extranjeros que iban por dos semanas o más, por lo que sus raciones de alimentos eran muy limitadas. Entonces que lleguen unos chicos ofreciendo tallarines para compartir, no se la creían de hecho no querían comer porque sentían que era un abuso, pero cuando le explicamos que nos íbamos a la mañana siguiente empezaron a comer con unas ganas asombrosas!.
Ya en la mañana preparamos todas las cosas para empezar a bajar al pueblo de Cochamó y ahí se nos sumo una amiga de Estados Unidos y un amigo de Venezuela que decidieron bajar con nosotros, ahí nos dimos cuenta de que nos perdimos mucha belleza natural, al subir todo oscuro, por lo que fue como si no hubiésemos ido por ese sendero nunca! El camino se hizo más fascinante ya que era todo nuevo y compartiendo experiencias con los nuevos participantes, era chistoso dado que teníamos que hablar todos en ingles para no excluir a nuestra amiga americana, porque si hablábamos español ella no entendía nada.
Al fin! Terminó la excursión y decidimos ir todos a Puerto Varas a un restobar de pizzas llamado La Tropera, donde tenían muy buenas cervezas y pizzas muy auténticas. Que mejor manera de finalizar esta travesía tan improvisada.
Salud por esas aventuras locas y espontáneas!
Pd: quedamos con ganas de volver para realizar los trekking que nos quedaron pendientes.
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Saludos a nuestros #UTAHFRIENDS






























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